Me gusta comer pollas. Y no lo digo como una revelación, como un secreto confesable o inconfesable, lo digo con toda la normalidad del mundo, con todas las letras. Diría que con todos los pelos y señales, pero para qué os voy a engañar, me gustan mucho más las pollas grandes. No es determinante este detalle, pero cuando me enfrento a una polla grande me entran el hambre y las ganas mucho más rápido. Como decía alguien por alli del cerdo, de la polla me gusta hasta su forma de erectarse. Me gusta bajar unos pantalones y verla ahí, incipiente, entre aletargada y expectante. Esa primera vez que te la metes en la boca es maravillosa. La dejas ahí, mecida por tus labios, acunada por tu lengua, y vas notando como te va llenando, como invade tu boca con su excitación, como se crece ante ti, dentro de ti. Ese es el mejor momento de todos. Bueno, no, miento. Es el principio de todo. Me gustan los hombres que se cuidan, me gustan las pollas limpias. Porque las pollas limpias saben mejor, huelen a deseo y saben a sexo. Y no quiero entrar en detalles sobre esto. Me gusta que me cojan de la cabeza, que me ayuden a encontrar el ritmo. Me encantan los hombres que te tratan con esa excitante mezcla de ternura respetuosa y deseo incontrolable, que aprietan los dientes, que te clavan los dedos, que te miran a los ojos, buscando los tuyos, para ver en ti su excitación y que todo se multiplique. Hay poder en comerse una polla, eres capaz de dominar a un hombre con solo dos dedos y un poco de ayuda de tu lengua. Llevarlos al extasis a esa explosión de satisfacción, esa descarga, es brutal. No quiero mentir, así que no niego que he dejado no pocas veces que se corran en mi boca. No es fácil decir que no a ciertos hombres, otras veces las cosas ocurren sin más, y no vas a andarte con remilgos en esos segundos tan delicados. Y también es verdad que algunos se lo merecen,ver mi lengua, ¡ en su polla ¡ que hace que las barreras, los límites y la cordura desaparezcan. Tengo miedo al sida, a las enfermedades, pero las cosas no siempre ocurren como deben. Por eso me gustan los hombres que saben avisarte y con los que se puede hablar. No me gustan los que te dicen aparta, que me voy a correr. O los que gritan sin más, que me corro, que me corro. . Porque a estas alturas ya no voy a andarme con remilgos, adoro que se corran en mi boca . Ya lo he dicho, algunos se merecen mi boca llena de su dulce néctar, y casi todos merecen ser exprimidos hasta la ultima gota. Esas dentelladas calientes dentro de mi boca es el mejor de los premios posibles.
Kik: Carloto40

Carlos comparto tu relato y añado que me encanta comer pollas perfumadas
con buenos y caros perfumes ...le dan a la leche un sabor morboso y especial.

No se puede describir mejor. Es morboso excitante tener ese trozo de carne palpitante y venoso en la boca mientras aprietas los huevos, los amasas y vas notando como fluye el liquido que anticipa la posterior corrida. El precum es mas dulce, mas suave, una delicia cuando encuentras un macho que produce mucha cantidad, la sacas de la boca para contemplar como chorrea, me gusta succionarlo y degustarlo, una delicia cuando te empujan la cabeza hacia abajo y todo ese rabo se encuentra con tu garganta. El premio final el deseado semen, a veces espeso, otras mas ligero y abundante, ese sabor tan especial que te queda durante buen rato, sabor a lefa que te hace sentir como una buena mamona. No os dejéis ni una gota. Ya se me hace la boca agua pensando como será la polla que me comeré, lo mismo tengo suerte y encuentro un pene de esos desafiantes, quizás uno mas pequeño que puedas tragar sin dificultad, en todo caso merece la pena para los que somos adictos a la leche caliente de polla.

discreto tu descripcion es perfecta ,s mi me gustan las pollas y huevos perfumados con perfumes caros porque cuando te entra la lecheen la boca hueles al perfume y la combinacion es muy excitante ..

A mi también me gusta comer buenas pollas y sobre todo de gente amateur

Robert,los amateurs tienen el problema de que se corren pronto y no se puede disfrutar y jugar con la polla dura